El gobernador Osvaldo Jaldo parece sentirse cada vez más cómodo en su papel de comendador de las ideas libertarias. O, siguiendo la tendencia mística que envuelve al presidente Javier Milei, en un profeta de las fuerzas del cielo.
El tucumano atraviesa una etapa de reivindicación. Al menos así lo siente y lo transmite. Tras aquellos primeros meses turbulentos del año, en los que recibió las críticas más severas por su alineamiento con la Casa Rosada, hoy se jacta de haber sido un “avanzado” entre sus pares. En parte, el resultado de la votación de la Ley Bases en Diputados puede darle la razón. Pero el riesgo que corre es el de celebrar antes de tiempo: el trámite en el Senado para que la Libertad Avanza obtenga su primera victoria política no estará exento de trastornos.
Por lo pronto, Jaldo disfruta del momento y profundiza su perfil extremadamente dialoguista. Incluso les da la bienvenida a los gobernadores que emularon su postura inicial, como el catamarqueño Raúl Jalil. “Acompañamos la posición política e institucional del gobernador de Catamarca. Son tiempos de dejar diferencias personales para ayudar a sacar adelante a la Patria”, escribió en sus redes sociales el tucumano.
Pese a los reparos internos, el tranqueño encuentra argumentos para justificar su posición. Al puñado de fondos mediante Aportes del Tesoro Nacional que recibió en febrero se sumó finalmente la gestión por la que más trabajó: la deuda por el Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial. Con el guiño de la Rosada, pudo sacarse de encima por tres años el peso del préstamo de $78.000 millones que había heredado de Juan Manzur. El respiro financiero fue inmediato y el horizonte aparece despejado porque ya en abril no le descontaron fondos y a partir de este mes y durante un año sólo pagará intereses. El capital, a partir de mayo de 2025, lo debería saldar en 36 cuotas si es que no consigue antes otra refinanciación.
No obstante, en buena parte del peronismo tucumano se mantienen las críticas porque el pago de esos pasivos se encaminó en varias provincias. De hecho, la rebelión patagónica con la que amenazó el chubutense Ignacio Torres cuando le descontaron coparticipación por este compromiso se apagó al poco tiempo. Por eso, en no pocos despachos justicialistas se irritan cuando llegan noticias de otras provincias que obtuvieron beneficios directos en medio de la aprobación de la Ley Bases en Diputados. Son los casos de Córdoba, que pudo reactivar la obra del gasoducto Néstor Kirchner; y de Mendoza, que recibió un aporte de U$S 1.000 millones para una obra hídrica.
Un paréntesis obligado: ¿no era que la obra pública era sinónimo de corrupción? La construcción libertaria se sustenta en el relato evangélico y épico, pero sólo sobrevive gracias al pragmatismo de la política.
Pero volviendo al eje del planteo, Jaldo dio señales de haber tomado nota porque visitó al ministro del Interior, Guillermo Francos, el artífice de los acuerdos con los gobernadores, con la intención de subirse a la incipiente oleada pro obra pública de la Nación. Desde luego, si el gobernador no consigue mostrar respuestas concretas en el corto plazo, de los murmullos que expuso Sergio Mansilla en la última sesión legislativa se podría pasar a los reproches públicos. “Los que somos justicialistas debemos dejar de ser hipócritas”, blanqueó el ex senador, cada vez más alejado del manzurismo.
La exposición de Mansilla exhibe lo que sucede por lo bajo en el oficialismo tucumano: no sólo hay dudas y rezongos de dirigentes encumbrados. Esta semana, tras reanudarse las paritarias, un sindicalista con años de negociaciones sobre sus espaldas soltó una comparación incómoda: en una charla de pasillo recordó que Juan Manzur, con Mauricio Macri en la Rosada, pudo ofrecerles la cláusula gatillo para ajustar los salarios al ritmo de la inflación.
Ocurre que el ex ministro del Interior apostó demasiado y a su alrededor se impacientan si no ven reciprocidades. Es tal el compromiso asumido por Jaldo con Milei que los tres diputados que le responden volvieron a quedar en el centro de la polémica este último martes. Pasó casi desapercibido, pero Agustín Fernández, Gladys Medina y Elia Fernández de Mansilla se opusieron a la incorporación del artículo referido a la suba del impuesto al tabaco. Más allá del lobby entre los principales operadores del mercado, lo cierto es que el Gobierno había sacado ese texto del proyecto de Ley Bases y la oposición logró colarlo en el recinto. A Tucumán, por esa imposición, le podrían ingresar unos U$S 340 millones de dólares extras al año, según planillas que circularon entre los teléfonos celulares de los diputados. El jaldismo se opuso, al igual que la diputada de CREO Paula Omodeo y el bussista Gerardo Huesen. Sólo acompañaron la moción Pablo Yedlin, Carlos Cisneros y los radicales Mariano Campero y Roberto Sánchez. En su entorno, Jaldo repitió que su palabra hacia la Nación vale más. Otra prueba de fe mileísta.
En su rol de pastor libertario, Jaldo tiene ahora una de sus cruzadas más complicadas: conseguir el bautismo leonino de Manzur y de Sandra Mendoza. El antecedente no es alentador. A mediados de marzo, cuando se abordó en el Senado el megadecreto que desreguló la economía, el gobernador no pudo contar con el voto de los dos peronistas tucumanos. Esa vez, el ex gobernador no emitió palabra alguna pero votó por el rechazo del DNU y arrastró consigo a Sandra Mendoza. Sólo la alfarista Beatriz Ávila votó en sintonía con la Rosada y con las aspiraciones de Jaldo.
Si a ese hecho se le suma que Manzur adquirió un poco más de vuelo dentro del justicialismo nacional, las perspectivas no son las mejores. El ex jefe de Gabinete es uno de los cinco vicepresidentes que tiene el PJ, y por lo tanto quedó a cargo de la conducción partidaria tras la aceptación de la renuncia de Alberto Fernández. Es decir, sus compromisos deberían pesar a la hora de evaluar si se inmola políticamente por la gestión de Jaldo o no. En privado, Manzur ya dijo que no acompañará la Ley Bases. Una acotación: a pesar de que el gobernador estuvo en Buenos Aires desde el miércoles, no hubo encuentro entre los ex compañeros de fórmula.
El caso de Sandra Mendoza es diferente. La senadora sí siente la presión de la Casa de Gobierno tucumana, porque su cuñado, Enrique Orellana, es el intendente de Famaillá. Se trata de un municipio que está dentro del Acuerdo Fiscal y que necesita de los fondos provinciales para la subsistencia. José Orellana, legislador y esposo de Mendoza, se frota las manos porque su espacio político disfruta de estas situaciones decisorias. “Llegó el momento y ahora se debe jugar, no amagar”, soltó tras la aprobación de la Ley Bases en Diputados.
Los Orellana tienen un historial zigzagueante, con algunos plantones resonantes. Los padeció José Alperovich en su momento y el propio Jaldo, cuando se encolumnaron con Manzur. ¿Esto implica que Mendoza votará en consonancia con la postura del ex mandatario? Es prematuro, pero quizás haya un punto intermedio: por ejemplo, rechazar la Ley Bases y apoyar el paquete fiscal, que incluye la restitución del Impuesto a las Ganancias. Obviamente, no es lo que pretende Milei de los gobernadores y, en consecuencia, de nada le serviría esa posición a Jaldo.
Hasta ayer, en Unión por la Patria sacaban cuentas y sonreían porque se esperanzaban con 38 votos para rechazar el proyecto que llegó con media sanción de Diputados (los 33 propios y cinco foráneos). Es decir, uno más que el número necesario para frustrar la victoria libertaria. Si la paridad y la incertidumbre se mantienen, difícilmente los senadores fluctuantes, como Mendoza, salten al vacío para sufrir en vano el escarnio peronista que padecieron Agustín Fernández y sus compañeras de bloque. En rigor, en Diputados el triunfo de LLA estaba prácticamente cantado –hubo una diferencia promedio de entre 30 y 40 votos- y no tenía sentido que Unión por la Patria destinara energías en patalear dentro del recinto. La prueba es que no hubo mayores contratiempos para que se votara por capítulos, y no artículo por artículo. En el Senado, en cambio, la realidad pareciera ser otra y el desenlace aún está abierto. ¿Podrá Jaldo desmentir ese dicho que sugiere que nadie es profeta en su tierra?